Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan y están los campos en flor,
cuando canta la calandria y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado, que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero; déle Dios mal galardón.
Comentario de Menéndez Pidal: "Entre las avecicas que promueven la melancolía de un prisionero (recordemos "The Prisoner of Chillon," de Lord Byron; "Lamento della prigioniera" en el Marco Visconti, de Tomaso Grossi, etc.), la del romance español es la que trina con más intensa dulzura y con absoluta ausencia de elementos patéticos (212).
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